miércoles, 21 de noviembre de 2007

¡Tetas al aire! (ó Gertrudis La Bodipeinter)




Y a los quince minutos, ya se sentía como si nada. Después de ir todas dobladas sin poder recargarse en el respaldo del asiento del taxi en que ya iban medio retrasadas…de tiempo. No se podía estar muy puntual, todas llegaron tarde a la maquillada, aún así el proceso fue donde comenzaría la experiencia. Una danza totalmente erótica: mientras la modelo sume la panza, saca la cola, alza las tetas y levanta los brazos, la o las pintoras tallan pequeñas esponjitas blancas teñidas con algún color por toda la espalda, alrededor del pezón, el ombligo; y la piel a todo mundo se le acaba poniendo chinita. Y Gertrudis Pacheco, ya casi terminada de maquillar (pintar sería el término adecuado si es que maquillar le suene querido lector, querida lectora, menos artístico que pintar) comienza a sudar de las axilas sin depilar (en su arduo intento por querer volver a poner de moda los pelos en los sobacos), ¿y qué es bueno para eso señor doctor? “¡pues unos buenos tragos de caguama bien fría!”.

-“Algo pasa con estos chilangos”. Se decía Gertrudis Pacheco quien enfundada en una blusita verde con flores y mariposas rosas “estampadas” atravesaba la Alameda Central de la Ciudad de México con rumbo al Palacio de Bellas Artes y notaba que nadie se sorprendía; algo pasa con esos chilangos, será tanto atropellado, balaceado, navajeado, violado, asaltado que cinco cabronas con los senos al aire (¡y que senos señor!) y con blusas hechas con maquillaje alemán especial (¿o especial alemán?) podrían pasar imperceptibles… y al poco rato les señalaban, les piropeaban, les chuleaban y ellas más se contoneaban. Parte de la humanidad que paseaba por ahí, volteó y miró. Ésta vez no sería sangre coagulada en el pavimento lo que llamaría su atención; ¡puro color señoras!, ¡pura piel señores!.

Y la libertad no viene incluida en el hecho de desmantelarse los pechos, por que entonteces sería muy fácil ser libre. La libertad, y así lo cree Gertrudis Pacheco viene implícita en la manipulación de la realidad, no al antojo trivial y vano, más bien como un acto de conciencia a partir de lo que existe y de lo que no, cómo queriendo descubrir que tanto existimos nosotros en medio de tanta virtualidad. Y de ahí vino lo colectivo, Gertrudis Pacheco desdoblada a lo real, reconociendo a sus compañeras, siendo al mismo tiempo reconocida por ellas. Después lo colectivo multiplicado. Un encuentro con los manifestantes campesinos de los Cuatrocientos Pueblos, quienes protestaban fuera de Bellas Artes. Y pareciera que ahora, la mejor forma de gritar es luciendo poco. El cuerpo como lienzo para expresar lo que se siente, o lo que el mismo cuerpo resiente. Todos en un solo espacio. Sacando tetas, culo, piernas, manos, y el decir aquí estamos, va más allá…no es presencial, es existencial.

Ya rumbo al Zócalo de Chilangoland, Gertrudis Pacheco se sintió la versión light de Orland, artista del performance que interviene su cuerpo quirúrgicamente para cuestionar el control que lo divino y la propia naturaleza tienen sobre su propio cuerpo. Gertru no tuvo que someterse a una cirugía, para sentirse dueña de su propia piel. Gobernadora de cada uno de sus dos pezones, marquesa de cada lunar. No sólo es pintarse una blusita, es intervenirse, sentir los pigmentos diluirse con la sangre, y sentirse, verde, muy verde.

Luego entonces… ¿estaba vestida o encuerada?

El esclavo-patético-escriba. (Cronista de una vida bien pintada)

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